lunes, 23 de junio de 2014

Detractores de la evaluación auténtica

Claro está que no faltan detractores de la evaluación auténtica. Las principales alegaciones que suelen hacerse a este tipo de evaluación pueden resumirse en cuatro puntos:

a) La evaluación auténtica se centra sobre todo en aprendizajes simples de carácter práctico, con un bajo nivel de abstracción.
Esta afirmación no es cierta. La complejidad de las competencias a aprender o la necesidad de alcanzar mayores grados de abstracción vendrán dadas por las exigencias de la propia prueba. Lo que si es cierto es que esa exigencia no será creada de manera arbitraria, para “pescar” a los poco aplicados, sino que, como hemos repetido, vendrá marcada por la complejidad de la actividad en su hábitat de ejecución natural.

b) La evaluación auténtica no establece el control de las variables que nos permitirían decir que ese alumno es objetivamente competente.
Tampoco esta afirmación es cierta, siempre que “objetivo” se entienda como consensuado. La utilización de categorías progresivas de desempeño o rubricas para determinar si una ejecución específica es más o menos experta, puede ser muy clara y compartida hasta el detalle por distintos evaluadores.

c) La evaluación auténtica, más que un sistema de evaluación es un sistema de enseñanza.
En realidad, tal como hemos venido exponiendo, es ambas cosas y, de hecho, es positivo que así sea. La mejor forma de prepararse para una evaluación de esas características es estar familiarizado con ella a través de actividades de clase que respondan a criterios de autenticidad (realismo, relevancia, socialización).

d) La evaluación suele ser “auténtica” para el profesor pero no para los alumnos.

En efecto, lo que es realista, relevante y socializante para los docentes, no tiene porqué serlo para los alumnos y resulta imprescindible compartir esos criterios con ellos para que el carácter de autenticidad de las actividades se mantenga. Autores como Huang (2002) o Stein, Isaacs, y Andrews (2004) se refieren a la necesidad de pasar de una situación de “pre-autentificación”, que describiría a las actividades diseñadas por el profesor, a otra de verdadera autentificación, que se lograría con el concurso de los usuarios finales, los alumnos.



las competencias de los alumnos y su evaluación, Monereo (2009)

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