Claro está que
no faltan detractores de la evaluación
auténtica. Las principales alegaciones que suelen hacerse a este tipo de
evaluación pueden resumirse en cuatro puntos:
a) La evaluación auténtica se centra sobre todo en
aprendizajes simples de carácter práctico, con un bajo nivel de abstracción.
Esta
afirmación no es cierta. La complejidad de las competencias a aprender o la
necesidad de alcanzar mayores grados de abstracción vendrán dadas por las
exigencias de la propia prueba. Lo que si es cierto es que esa exigencia no
será creada de manera arbitraria, para “pescar” a los poco aplicados, sino que,
como hemos repetido, vendrá marcada por la complejidad de la actividad en su
hábitat de ejecución natural.
b) La evaluación auténtica no establece el control de
las variables que nos permitirían decir que ese alumno es objetivamente
competente.
Tampoco esta
afirmación es cierta, siempre que “objetivo” se entienda como consensuado. La
utilización de categorías progresivas de desempeño o rubricas para determinar
si una ejecución específica es más o menos experta, puede ser muy clara y
compartida hasta el detalle por distintos evaluadores.
c) La evaluación auténtica, más que un sistema de
evaluación es un sistema de enseñanza.
En realidad,
tal como hemos venido exponiendo, es ambas cosas y, de hecho, es positivo que
así sea. La mejor forma de prepararse para una evaluación de esas
características es estar familiarizado con ella a través de actividades de
clase que respondan a criterios de autenticidad (realismo, relevancia,
socialización).
d) La evaluación suele ser “auténtica” para el profesor
pero no para los alumnos.
En efecto, lo que es
realista, relevante y socializante para los docentes, no tiene porqué serlo
para los alumnos y resulta imprescindible compartir esos criterios con ellos
para que el carácter de autenticidad de las actividades se mantenga. Autores
como Huang (2002) o Stein, Isaacs, y Andrews (2004) se refieren a la necesidad
de pasar de una situación de “pre-autentificación”, que describiría a las
actividades diseñadas por el profesor, a otra de verdadera autentificación, que
se lograría con el concurso de los usuarios finales, los alumnos.
las competencias de los alumnos y su evaluación, Monereo (2009)
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